El 18 de Marzo de 1314, el gran maestre de la orden del
temple, Jacques de Molay, fue quemado en la hoguera junto con Godofredo de
Charnay, Hugo de Peraud y Godofredo de Goneville. Como se relata en el prólogo,
Molay maldijo a todos los responsables de su captura y muerte en la propia
hoguera donde iba a ser ajusticiado.
La
maldición se cumplió, y murieron en las fechas que el maestre predijo.
¿Casualidad? Puede que sí, o puede que no. Los que quieran creer en maldiciones
están en su derecho, pero no es lo más plausible. Siempre he creído que uno o
más templarios estaban en Notre Dame cuando el fuego consumió a los últimos, y
estos al oír las palabras de su maestre se tomaron la justicia por su mano,
matando a los responsables.
Usé esa
premisa para crear el relato. Tanto Tristán, Armand, Altaír, Rolando, Roger,
Bertrand, Thalos, Bryce y Helena son personajes de ficción creados para llevar
a cabo los hechos como pudieron haber pasado.
La
maldición convino que el Papa Clemente V moriría antes de un mes desde la
ejecución, y así pasó en realidad. Murió en abril de 1314 en extrañas
circunstancias. Al parecer atragantado mientras comía higos. Basándome en ese
hecho, me gustó la idea de que fuera Tristán el que lo hiciera.
Felipe murió
al caer de su caballo en una jornada de caza. Quizás esta sea la muerte más
difícil de explicar para los que opinan que una conspiración templaria en la
sombra estaba acabando con ellos. No contaban con Tristán y sus ingeniosos
planes.
Nogaret,
el inquisidor que se ocupó del proceso murió también en 1314. Se dice que
envenenado por encargo de la condesa Mahaut D´artois. ¿Pero no habría un
templario detrás de aquel asunto? Quizás.
Retomando
las últimas palabras de Molay en la pira: «Malditos, seréis todos malditos,
hasta la decimotercera generación», también se cumplió. Los tres hijos de
Clemente murieron en los años venideros, dejando así vacío el trono de Francia.
En la
novela no se corresponden las fechas de las muertes reales con las que se relatan.
Quise tomarme esa pequeña licencia con el objeto de que Tristán se hiciera un
hombre durante muchos años en las mazmorras del palacio del Papa. Creo que el
resultado es bueno.
Tampoco
se corresponden con la realidad ninguna de las conversaciones de los personajes
reales. Todas son ficticias amoldadas al guión de la novela para poder llevar a
cabo diálogos creíbles con los personajes de ficción.
En
resumen, esta podría haber sido tan buena forma por parte de los templarios de
llevar a cabo su venganza como cualquier otra. ¿O fue todo casualidad?